martes, 28 de octubre de 2008

Smara, azotada por las lluvias

Los saharauis son reticentes a construir buenas casas porque confían en regresar a su tierra




Nafi, Bachiri y Salamu visitaron por primera vez la nueva casa de su hermano. Foto: R.F.

ROSA FERRIOL. ENVIADA ESPECIAL A TINDOUF Los campamentos de refugiados son la cuna de la hospitalidad. Su situación es crítica y aunque suceda una catástrofe natural, el pueblo saharaui es solidario por naturaleza. "Un saharaui no pasará nunca hambre si su vecino está comiendo. Esto les hace grandes", así lo refleja Salamu Brahim, un joven de 18 años que junto a su hermano mellizo, Nafi, hace ocho años que estudia en Mallorca. Fueron los pioneros del programa Escola en Pau, que posibilita que los niños puedan cursar sus estudios en la isla y en verano regresar a los campamentos para visitar a sus familias. Salamu y Nafi ya no están en el programa. Estudian en la UIB, uno Filología Hispánica y otro Derecho.

Después de un año y medio, estos días han regresado a ver a su familia en Smara. Han llegado dos semanas después de que el campamento fuera azotado por un temporal de intensa lluvia y fuerte viento que dejó en peores condiciones a los casi setenta mil habitantes de esta wilaya (campamento). De hecho, un total de 1.424 familias lo perdieron todo: casas, jaimas y las pocas reservas de alimentos. Además, las lluvias afectaron a las escuelas.

Cuando los mellizos llegaron a su daira (barrio), la jaima de su abuela no estaba. Se la había llevado el viento. Su tío, Hazman Abdahae, es ingeniero hidráulico y relató que fueron dos horas y media de intensa lluvia y fuerte viento. "Llegó de repente y lo destruyó todo". Por instinto, Hazman, igual que el resto de refugiados, cogieron a su familia y se fueron a las colinas. Debían salvar su vida. "Quedarse en las casas es peligroso", contó Nafi mientras visitaba por primera vez la nueva casa de su hermano Bachiri, que se casó en enero. Se perdieron la boda porque se enfrentaban a la selectividad. "Tener el bachillerato es muy importante para los saharauis", explicaron. En el barrio de Bachiri, cuando hay tormenta, los vecinos se refugian en un camión. Nafi recorría la nueva construcción sin perder detalle. Ahora ya está arreglada, pero aún se notan los desperfectos. El techo voló, la piedra que sujetaba la uralita aterrizó encima de la parabólica y la lluvia azotó de tal manera de las paredes que debido al impacto aún caen pedazos. No todas las casas y jaimas corrieron la misma suerte. Muchas viviendas estaban literalmente destruidas y en ocasiones se apreciaba el espacio que hace dos semanas ocupaba una jaima que salió volando con el viento. Las ayudas internacionales por las inundaciones pueden tardar un año en llegar, explicó Hazman.


Subsistir con lo mínimo


"Llevan 33 años en los campamentos y saben subsistir con lo mínimo", desveló Salamu, quien aseguró que las ayudas más elementales llegan de inmediato de la mano del Ejército argelino. A pesar de la catástrofe, los saharauis tienen una sonrisa permanente en su cara. Salamu y Nafi han visto una cosa que jamás se imaginaban en el desierto del Sáhara: a consecuencia de las lluvias, crecieron plantas en la arena. No se lo creían y le bromeaban a su hermano que tenía una casa con jardín. Bulahe es periodista, estudió en Cuba, como Hazman, y trabaja en la radio nacional en Rabuni. Explicó que las casas no resisten ni al viento ni a la lluvia porque "no están bien hechas". "No podemos gastarnos un dineral construyendo una buena vivienda porque no sabemos si viviremos aquí. Debemos esperar si conseguimos la independencia y poder volver a nuestra tierra", sentenció. De momento, llevan 33 años como refugiados.

Nafi y Salamu han aprovechado el viaje de la delegación balear para visitar a su familia junto a su madre mallorquina, la presidenta de la asociación Escola en Pau, Carme Barceló, quien decidió emprender el programa para que los niños estudiasen en la isla después de tener a Nafi un verano y percatarse que era un chico muy inteligente. Al año siguiente, los mellizos ya estaban escolarizados en Palma. Dos años después, en 2002, nació la organización, que actualmente tiene a 33 niños y jóvenes de 12 a 20 años formándose en las islas.

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