miércoles, 30 de noviembre de 2016

Estudiar en Cuba, Tampoco fue fácil


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Fuente: 1niñosaharaui // Por Benda Lehbib Lebsir / Fotos del archivo de Jalil Mohamed
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En momentos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento.
Albert Einstein.

Eran principios de septiembre del año 1977, cuando fuimos a Argelia a estudiar, exactamente a las dos únicas zonas en las que se hablaba español: Ein safra y Muchriya. Justo cuando empezábamos a instalarnos,  desde Cuba le llegó al Frente Polisario un ofrecimiento de un número importante de becas para que estudiasen allí los jóvenes saharauis. Cuba no había reconocido a la RASD, pero sabía perfectamente de la existencia de los Saharauis y de nuestra condición de refugiados.
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Dos eran los objetivos del grupo seleccionado: primero formarse académicamente, y segundo y quizás el más importante que siendo doblemente exiliados, por un lado abandonando nuestra tierra y por otro alejándonos de nuestras familias teníamos la misión de difundir nuestra causa.
Todos jugábamos un único rol, y era representar la causa, un grupo que no éramos ni amigos ni hermanos,  saharauis desconocidos entre nosotros, unos niños todavía. Yo estaba cursando sexto de primaria, y era de los más pequeños a decir verdad. Nos dividían en grupos y en cada uno de ellos las edades eran distintas; los de más edad hacían un poco de hermanos mayores, nos recordaban el que tuviéramos que estudiar, nos preguntaban la tarea, etc.
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En Cuba, estábamos divididos en tres grupos, técnicos de grados medios, universitarios y los que aún estábamos en la fase de secundaria, pero siempre teníamos comunicación entre nosotros. Había un delegado de grupo, que era el que estaba pendiente de todo y de todos, nos ponía al tanto de la información que llegaba de los Campamentos, que entonces por falta de medios era bastante poca, y nos mantenía informados del resto de los grupos. Hacíamos talleres de distintos tipos de cultura, de historia, y sobre todo de celebración de actos conmemorables con el fin de mantener nuestra causa viva.
Cuando llegamos en esos momentos había una profunda crisis económica. Estábamos organizados en dos turnos: mañana y tarde, los que tenían el turno de mañana por la tarde aprovechaban para trabajar en el campo con el fin de favorecer su autonomía económica. Nos enseñaban el uso de utensilios básicos, cosas elementales que servían al menos para tener una experiencia en distintos terrenos.
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Recuerdo que cuando fui, llevaba en mi mochila apenas comida, no tenía dinero, iba en busca de la experiencia, porque la situación en los Campamentos eran más que precarias. Sobrevivíamos a base de arroz con aceite. Y así pasábamos meses e incluso años. Nos prestábamos la poca ropa que teníamos, y para eso teníamos al delegado de grupo que informaba de cualquier necesidad ya sea de cuando nos poníamos malos, o que nos faltara algo, etc. Estábamos muy bien organizados, pero era una organización  que habíamos hecho nosotros mismos.
Teníamos un serio problema con la falta de ropa y de calzado; yo personalmente pasé un año entero con el mismo pantalón, me le ponía todos los días, pero el fin de semana se lo tenía que dejar a un amigo para que éste pudiese salir a la calle; mientras uno salía el otro se quedaba porque nos prestábamos ese único pantalón.
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Nuestro colegio estaba a 45 kilómetros de la ciudad y para coger el bus teníamos que andar 5 kilómetros. Fueron años de mucho sacrificio.
Como decía al principio, cuando nos llevaron a Argelia,  no nos daban clase profesores argelinos sino los propios monitores saharauis que nos habían acompañado desde los Campamentos. El objetivo además de aprender, ya que en 1977 no había escuelas en los Campamentos, era conocer otro mundo.En los campamentos no había nada, los hombres estaban al frente y las mujeres empezaban a construir los primeros hospitales, primeros ayuntamientos, etc.
Dos años después Cuba reconoció a la RASD gracias a nuestra presencia en la isla. Compartíamos todo, éramos una auténtica piña, y gracias a eso pudimos difundir nuestra causa y sobre todo estudiar, aunque lejos de la familia, pero en ocasiones hay que sacrificarse para realmente hacer algo de provecho.

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