Querido Rodolfo,
Te escribo estas líneas, sin saber en qué lugar descansan
para siempre tu cuerpo y tu alma enérgica, te escribo para transformar estas
palabras de agradecimiento para hacerte este homenaje. Aun me acuerdo todavía
del día, en que nos hemos conocido hace muchos años en la habana, en tu casa,
en nuestra jaima saharaui, como siempre tú has deseado.
Eran otros momentos difíciles, lejos de la familia, de
nuestra tierra, era el momento del
periodo especial en Cuba, que incluso, en algunas veces, solo tenía dinero para
pagar el autobús para llegar a tu casa a comer y tomar un té saharaui, y, luego
pedirte algo de dinero para poder volver a la residencia estudiantil. Fuste más
que un buen amigo, cuando todos te hemos necesitado, no solamente en lo
económico, sino el carriño, en acompañarnos en todos los momentos, en que nos
has hecho reír, eres muy cercano cuando
la nostalgia nos acorralaba, y las puertas se nos cerraban.
Eres testigo, de todas las generaciones saharauis que han
llegado del Sahara casi niño, y se
partieron rumbo el sahara, hombre y
mujeres graduados universitarios y profesionales, convertiste las paredes de tu casa, en un
museo de fotografía del recuerdo de las diferentes etapas de nuestra estancia
en Cuba.
Quiero resaltar algunos
de tus valores y, entre ellos, la amistad, la hospitalidad sinceridad,
generoso, fiel y todos los calificativos
de la bondad. A los que nos has intentado siempre transmitirnos. Un gesto que
jamás olvidáremos, fue cuando deshacerte de tu vehículo, para asumir todos los gastos de tu viaje, que
realizaste para saludar y conocer en sito, la realidad de nuestro pueblo, en
los campamentos de refugiados, sinceramente fue una elección de vida.
Estés donde estés,
siempre serás un Cubaraui, presente en nuestro recuerdo y pensamiento, es
inmenso el dolor que nos has dejado, pero como bien tú sabes, la muerte física
es la meta final de la vida, mientras que nosotros seguimos vivos en la vida, tú
siempre estará vivo entre nosotros.
Gracias amigo, por todo
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